Blog > Libro - Gomorra

He tenido este libro en el punto de mira desde hace mucho tiempo, y finalmente pude hacerme con un ejemplar a precio razonable en la tienda IberLibro siendo uno de esos casos en los que los gastos de envío superan el precio del libro; pero aun así la compra compensaba -aunque en este caso fui un tanto flexible en mi presupuesto de 6 € por 400 páginas-.

El libro es un relato lírico y desgarrado de la realidad de la Camorra en la región de Campania. Es un grito porque el autor parece desahogarse a lo largo de las páginas exponiendo el poder de los clanes mafiosos en todos los aspectos la vida de la región. Un poder aparentemente ineludible para los oriundos. Aparentemente. Porque el autor se niega a aceptar que ese modo de vida sea lo único posible en su tierra y toma la vía de luchar escribiendo.

Respecto a cómo y por qué estas estructuras de poder se mantienen, me pareció particularmente revelador este párrafo de la página 108, dentro del capítulo La guerra de Secondigliano. Dice así:

Cientos de mujeres bajan por la calle, queman contendeores arrojan objetos contra las patrullas de policía. Están deteniendo a sus hijos, a sus nietos, a sus vecinos. A sus empleadores. Sin embargo, no lograba ver en esos rostros, en esas palabras de rabia, en esas piernas enfundadas en pantalones tan ajustados que parecen a punto de explotar, el menor rastro de solidaridad criminal. El mercado de la droga es fuente de sustento, un sustento mínimo que para la mayoría de la gente de Secondigliano no tiene ningún valor de enriquecimiento. Los empresarios de los clanes son los único que obtienen un beneficio exponecial. Todos los que trabajan en la venta, el almacenamiento, la ocultación y la vigilancia reciben solo un sueldo corriente a cambio de exponerse a arrestos, a meses y años de cárcel. Esos rostros tenía máscaras de rabia. Una rabia que sabe a jugo gástrico. Una rabia que o bien es defensa del propio territorio, o bien una acusación contra quienes siempre han considerado aquel lugar inexistente, perdido, un lugar para ser olvidado.

Ese gigantesco despliegue de fuerzas del orden que se produce de improviso después de decenas de muertos, después de que se haya encontrado el cuerpo quemado y torturado de una chica del barrio, parece un montaje. Para las mujeres de aquí, huele a tomadura de pelo. Las detenciones, las excavadoras no parecen algo que vaya a modificar la situación, sino simplemente una operación que favorece a los que ahora tienen necesidad de efectuar detenciones y echar abajo paredes. Como si de repente alguien cambiara las categorías de interpretación y dijera que su vida no va desencaminada. Sabían de sobra que allí todo iba desencaminado, no hacía falta que fuesen helicópteros y coches blindados para recordárselo, pero hasta ahora ese error era su principal forma de vida, su fuerza de superviviencia. Además, después de aquella irrupción que lo único que hacía era comlicarla, nadie intentaría de verdad cambiarla para mejor. Por eso aquellas mujeres querían proteger celosamente el olvido de aquel aislamiento, de aquel error de vida, y echar a los que de repente se habían percatado de la oscuridad.

Las descripciones del libro pueden parecer teatrales, pero también creibles. Y fácilmente podemos establecer similitudes con otras formas de delincuencia organizada más domésticas, como por ejemplo el tráfico de droga en España.

Una lectura frenética que presenta formas de entender la vida basadas en el poder y la proyección de ese poder a toda la comunidad. Porque lo de o progresas o mueres se convierte en algo literal.